domingo, 15 de septiembre de 2019

Brindo por ti y por un rostro que permite que la luna siga brillando o cómo no dejar de buscar lo que no está (en septiembre ‘mermelada de higo’).


En plena temporada de higos y en el cortijo Doña Paca, con unas higueras repletas de frutos que los que habitan en él se los desayunan (tanto los humanos como las aves), pero desde luego tan poco es plan de comerse un montón de kilos de una sentada y tener un problema gastrointestinal. Menos aún de tirarlos.

Pues lo típico en estos casos es hacer una mermelada, que luego puedes repartir altruistamente entre amigos, compañeros, familiares y enemigos, o incorporarla al catalogo de productos de ‘Casa de Avío’. Porque altruismo incluye la consideración del elevado contenido calórico del potingue en cuestión. Claro que lo delicioso y natural del asunto pues compensa, al menos en pequeñas dosis.

Si no os lo había contado. La mermelada tiene origen griego. Ellos cocinaban las frutas con miel para hacer conservas, aunque también he leído por ahí que los romanos también hicieron sus pinitos y la nombraron como la conocemos, de la palabra ‘melimellum’ y que básicamente significa membrillo, y que ellos lo hacían en conserva.

La cuestión es que como casi todas las cosas ricas, se inventaron hace unos cuantos años y sólo recogemos las enseñanzas trasmitidas y perdurables.

Las mermeladas fundamentalmente son a base de azúcar, así que ya puedes intuir cual va a ser el ingrediente fundamental además de los higos. Azúcar blanca y/o azúcar morena. Personalmente me gusta mezclar las dos, pero la mayoría de las recetas que verás por ahí utilizan azúcar blanca. En principio se utiliza la misma cantidad de azúcar que de fruta, pero luego interviene el gusto y sapiencia: a todos no nos gustan las cosas igual de dulces y todas las frutas no son igual de dulces, es más, no todas están igual de maduras, que suele marcar el punto de dulzura de las mismas: más azúcar cuanto más maduras. Así que la cuestión es que para encontrar la cantidad de azúcar que le tienes que añadir para que salga a tu gusto sólo puedes utilizar la intuición y el método de ensayo y error, salvo que utilices el barómetro de la legislación que indica al menos un 40%.

Algo muy interesante es que se puede sustituir el azúcar por miel, teniendo en cuenta que la miel endulza más que el azúcar. En este caso, voy a probar con miel a ver qué tal sale la cosa. Una miel de mil flores sin refinar que está para ‘requetechuparse los dedos’.

La alquimia de la mermelada es bien sencilla. Cuando la mezcla de azúcar con la fruta y algo de agua (que normalmente es la de la fruta) alcanza una temperatura levemente superior a los 100 grados, el azúcar reacciona con el ácido y la pectina de la fruta, y eso es lo que consigue la textura semidura de la mermelada. La pectina es uno de los componentes fundamentales, una fibra natural, que se encuentra en las paredes celulares de los vegetales y alcanza una gran concentración en las pieles de las frutas. Por tanto, la mayor acumulación de pectina se encontrará en la piel y en las pepitas o huesos, incluso en la carne existente en torno a estos últimos.

En el caso de los higos, como son estupendos y naturales y tengo la certeza que en cortijo Doña Paca no se han usado pesticidas ni guarrerías varias, los voy a incluir con piel, lavándolos bien y quitando con el cuchillo lo que no me guste. Bueno vale, también porque es un ‘coñazo’ pelar unos cuantos kilos de higos maduritos y hoy por hoy no está conmigo Carmen, la hija de Doña Paca, que con sus actuales 92 años tiene la paciencia y el saber que a todos nos gustaría y nos falta. Hace dos años se peló unos 20 kilos arriba o abajo, gramo aquí o allá.



En el caso de frutas que contengan bajo nivel de pectinas o baja acidez, la forma fácil de solventarlo es añadir zumo de limón. Más o menos como medio limón por kilo de fruta. Como no solemos tener idea de estas cosas, yo le echaría siempre ese zumo de medio limón por kilo de fruta, porque seguro que mal no le queda y te aseguras que el proceso va a salir mejor.

Para prepararla colocamos toda la fruta en un recipiente y luego vertemos por encima todo el azúcar, o la miel ;-p. Lo metemos en la nevera 24 horas para que se vayan conociendo, los higos irán absorbiendo el azúcar de poquito a poquito, y sobre todo irán soltando el agua. Al día siguiente lo sacamos del frío, lo ponemos en una cacerola y si no ha soltado mucha agua se le añade una poquita y el zumo de limón…

(N.A.: añadir agua es desnaturalizar el producto final y aumentarlo por razones digamos indiscretas).
Como en esta ocasión si hay bastante agua de la propia fruta, para empezar no voy a añadirle nada más. Ahora hay que ponerlo al fuego, no muy vivo, pero tiene que superar los 100 grados, removiendo, removiendo, removiendo, básicamente para que no se pegue el fondo y te quedes sin cacerola, y porque recuerda que el agua irá perdiéndola en el tiempo de cocción. Hay frutas qué sea por la cantidad propia de pectina y/o por el agua que tienen su cocción es muy rápida.

¿Cuánto tiempo? La prueba de fuego. Una manera es sacar un poquito, ponerlo en un platillo e inclinarlo, si desliza le falta un poco, si se queda quieto, está lista. El tiempo, por tanto, dependerá de la cantidad de fruta, pero calcula que mínimo 20 minutos (la manzana por ejemplo), y yo diría que normalmente rondando los 45 minutos a 1 hora. Al principio, como hay agua, te puedes relajar un poco, pero cuando el agua se empiece a evaporar hay que estar pendiente, para que no se pegue la elaboración al fondo y sobre todo cuidado de no abrasarte con las burbujas explosivas que se forman cuando la textura está cerca del punto final: ‘el Etna se puede quedar corto’.

Un truco es dejar la fruta en trozos enteros o trocearla, para evitar que la elaboración se pegue si nos descuidamos. El higo es una fruta pesada por si misma que en cuanto se cueza se irá al fondo de la cacerola, por lo que la vigilancia ha de ser importante. Y así será nuestra atención según la fruta escogida: repetir la consigna ‘utilizar la intuición y el método de ensayo y error’. Finalmente, si batimos la fruta antes de apartarla del fuego si hemos de vigilar éste y bajarlo al mínimo.

En cualquier caso siempre bato, para que quede más homogénea, aunque tampoco queda nada mal encontrase trocitos de fruta, de nuevo: ‘pa gustos colores y pa colores las flores’.

Una vez concluida la cocción se procede a guardarla en botes de cristal con cierre hermético. se debe esterilizar al baño María, e incluso se puede congelar. También se envasa en caliente y para hacerle el vacio se da vuelta al tarro y se deja así hasta que enfría.

No os pongo las cantidades que he usado porque sería pretencioso querer aquí hacer propaganda de que tengo más botes de los que puedo abarcar… Así que a buen entendedor… Pedidos a ‘Casa de Avío’.



Te leo. Te vuelvo a leer.

La soledad o mejor dicho la sensación que me produce al leerte es que te sientes en soledad. Ojo no digo que estés sólo pero siento que así te sientes. En una soledad de alma o de corazón o de ambos. Ojalá no te sintieras así, si es realmente lo que sientes y no una apreciación mía equivocada. Si me equivoco, mejor. No es la vida un valle de lágrimas, NO. Es una oportunidad única de experimentar. Experimentar con la vida misma. Con cada uno de los momentos y de las sensaciones. Con el aroma de un buen café al despertar. Con el placer de arroparse en una cama caliente cuando sopla el viento o cae la lluvia. Quedarse embelesado mirando el color del vino en la copa. Perder los ojos entre las llamas de una chimenea. Sorprenderse de las honestas e inocentes reacciones de un niño (o de cualquier animal que esté a nuestro lado). Todo eso es mucho mucho mucho más hermoso si se puede compartir. Pero no siempre es posible "siempre" y tampoco todos tenemos la misma capacidad para dejarnos arrastrar por un guiño o de excitarnos descubriendo lirios de monte. Muchas veces son los amigos con los que mejor se comparte, algunas otras veces con los amores y amantes, si los hubo o los hay. Pero esa "chispa" la tiene que tener uno en su interior. Si no existe esa chispa de poco sirven amantes, amores ni amigos. Y yo sé (me da que sí) que tú la tienes. No te voy a hablar de un trabajo. Yo que aun no sé cómo terminaré buscándome la vida. No es que no me preocupe. Lo supero, por una sencilla y egoísta razón. ¡Mi propia supervivencia mental! No me voy a dejar caer de nuevo, de tantas otras veces que así ha sido. Y no va a ser la falta de un trabajo, de un medio de vida o de cualquier cosa material la que me haga caer. También tengo mis bajones y grandes. Pero he aprendido a escalar y trepar (anímicamente) para no quedarme en la cueva, en el pozo o dónde quiera que se escondan la alegría y las ganas de vivir. Ya te he soltado una buena parrafada. Después de un verano cargado de excesos. Exceso de familia, risas, de comidas y bebidas y otros que difícil es transcribirlos…. Replegarse y empezar a preparar el cuerpo y alma para recibir el otoño y mi ‘contrición’: 55 años.

Hace tiempo me dio por intentar escribir Haikus (poemas breves japoneses). Soy tremendamente malo, tan malo que puedo resultar patético pero a pesar de esto tengo la desfachatez de compartirlos:

Ni campo, ni flor.
Mi alma se desborda.
Agua sin destino.
Algún día quizá, puede ser, quién sabe. Esa agua encuentre un campo o una flor. Al fin y al cabo todos añoramos lo mismo. Si canto al Agua, o metáfora viva, a mi Ser. Recuerdo que antes que el agua, siempre a punto de desaparecer en el vacio del cielo azul. Destinadas a convertirse en nada desde el momento en que son algo. Las nubes han de existir (y ellas si divisan el campo y las flores). Recomiendo que no dejemos de mirar al Cielo: sus dibujos y sus colores reconfortaran nuestras Almas.
Y gracias gusano, poeta en prosa.


Lana Del Rey - 'Fuck It. I Love You & The Greatest'
A la mierda. Te quiero!