miércoles, 23 de septiembre de 2015

UNA HISTORIA DE PENCAS Y CHUMBOS... Y su saludable uso.



De pequeño y aún de adolescente, en los veranos que estábamos de vacaciones, años de sentimientos revolucionarios, años 80, venidos de Madrid, me levantaba temprano, a veces, y subía con mi abuelo por el cerro donde terminaba el cortijo dónde vivíamos, casi a 10 minutos de la Puerta de Purchena, en el centro de Almería, a recoger chumbos, que luego él se encargaba de lavar, cepillar y pelar para poner una fuente de chumbos fresca en la mesa para el desayuno… El los disfrutaba y nosotros, sus nietos, casi más… No era que no nos gustaran sino que celebrábamos esa fuente como el ‘oro’ que daba la tierra dónde nacimos y a donde volvíamos con autentica devoción…
Las chumberas eran parte del paisaje de Almería… Servían para marcar lindes en las propiedades o para avisar del borde del camino o de posibles barrancos o peligros insospechados… Recuerdo el campo de chumberas de la Playa de Genoveses… Y tantos sitios dónde la chumbera representaba un medio de vida para los recolectores de chumbos que luego vendían en los mercados o por las calles, llevando una caja de madera o una espuerta de esparto (ya no se ven) encima de un carrillo y al mismo tiempo que pedias una docena, o más o menos, te los pelaban y te los daban en una bolsilla de plástico trasparente o en un cucurucho de papel de estraza.
No voy a contar de dónde procede y cómo se desarrolló en Almería, Andalucía y el resto de la España seca. Para eso hay ‘eruditos’ que han dedicado tiempo a tal menester. Si diré que el chumbo tiene forma de huevo cubierto de una piel de aproximadamente 5 mm de grueso, salpicada de pequeñas desigualdades, cuya vista exterior es en algo semejante a una piña, revestida de una infinidad de espinas muy pequeñas y sutiles, tan ligeramente sujetas que el aire se lleva muchas de ellas y la mano, ropa u otra cosa flexible que toque el chumbo sale bien claveteada. Quién no ha oído historias de algún extranjero, llamado por la curiosidad, que se ha metido un chumbo en la boca y, por desgracia, ya no ha vuelto a pensar en comer de tal fruto. Quién no ha tenido a alguien a su lado que nunca ha probado el chumbo (¿?). Quién no ha probado a cogerlos, limpiarlos, pelarlos… Y se ha puesto de espinas hasta los ojos… Y así podría continuar relatando…
El chumbo a mi parecer, se mastica bien y en conjunto hace un bocado dulce, sabroso y agradable, aunque hay quien no tolera la multitud de pepitas o pipas (mi padre por ejemplo), que no tragaban y hacían una ‘bola’ para escupirlas después… Desagradable cuando hablamos de mesa, comida, bien estar, educación… Pero en la casa de cada uno, cada uno sabe cómo comportarse… Son de difícil digestión si no se bebe agua sobre ellos, pero usando de esta precaución se comen éstos naturales con un exceso que parece incompatible con la calidad de esta fruta… He leído que el vino, aguardiente y licor son un veneno después de haberlos comido… Pero sí es cierto que bien hecho, el licor de chumbo está exquisito.
De todo lo dicho… Y en la actualidad, decir que útil sería para muchos de nuestros pueblos la propagación del cultivo de esta planta y del consumo de esta fruta que con su abundancia es capaz de sostener por más de la cuarta parte del año a alguien falto de más alimento… Y además del desperdicio se alimentan los animales de granja.
Los actuales maestros de la Culinaria admiten que la hoja de la chumbera, cocida al vacio, asada en el horno o frita en sartén, puede ser un buen acompañamiento para ensaladas o para sopas de verduras cocidas o asadas… Que del fruto se hacen licores y mermeladas y compotas mezcladas con especias u otras frutas tropicales…

Mención aparte quiero hacer de los chumbos con los que hemos elaborado esta mermelada de CASA DE AVÍO. Nos dejamos caer por Cojayar, en la Alpujarra de Granada, pues en Almería muchas chumberas han tenido este año una epidemia que las ha dejado exhaustas, dónde éstas están plenas de frutos, que por el régimen de lluvias tan escaso, se han madurado con un nivel de carne y dulzor que permiten obtener una mermelada, o mejor jalea, de aroma y sabor exquisitos. Nunca dejaré de admirar a los naturales del pueblo al que hago referencia: su constancia en mantener los huertos de frutales, verduras, parras y todo tipo de plantas silvestres con sólo sus manos, el torso doblado por los años y el esfuerzo y su tesón en dejar huella de su paso por una tierra de la que el Cielo se olvidó.
Disfrutad del video… Recordad que sólo unas manos ancianas saben tratar las espinas pues, aún con la piel muy fina y castigada, están preparadas para recibir y soltar sin menoscabo de su tersura y suavidad.

Y permitid este pequeño resumen de información, recogido de internet:
“El higo chumbo es un excelente fruto que nos aporta muy pocas calorías, un aporte saludable en fibra y antioxidantes. El chumbo se convirtió en alimento muy popular en el siglo XVIII entre los navegantes gracias a su gran aporte antiescorbútico (fuente natural de vitamina C) y gran recurso hidrante. El higo chumbo posee una fuente extraordinaria en antioxidantes naturales como los betacarotenos y tocoferol. Las calorías del higo chumbo varían en función de su azúcar oscilando entre las 30 y 50 calorías por 100 gramos, lo que lo hace un producto ideal para las dietas de pérdida de peso. Se trata de un fruto con un contenido muy equilibrado en azucares entre los que destaca la fructosa, glucosa, galatosa y sacarosa, combate la fatiga y es de fácil digestión. Los higos chumbos tienen un papel importante en las dietas para la diabetes, estudios científicos han comprobado que el chumbo un ligero efecto hipoglucemiante, ayudando de esta forma a regular el azúcar en sangre para personas con diabetes de tipo II. Higo Chumbo fuente de salud: Previene la osteoporosis. Regula la digestión. Reduce el colesterol. Mejora la salud del corazón. Alivio de ulceras. Controla la tos."

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